El mundo digital acumula tantos apocalipsis que ya he perdido la cuenta. Primero nos iban a alienar y a incomunicar (en una de esas paradojas tan caras a los catastrofistas: oh, un medio de comunicación que incomunica; medios de incomunicación, ojo al hallazgo literario). Después, a volver yonquis. Luego, estúpidos integrales, con efectos parecidos a los de una lobotimización. Y, por último, fanáticos de nuestras propias convicciones, gracias al famoso
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